OPINIÓN
20 de mayo de 2025
Ausentismo record: ¿Una democracia en extinción?

Por qué la mitad de los porteños no fue a votar. La crisis económica, la falta de respuestas políticas y una caída en la esperanza son factores del ausentismo electoral. La necesidad de generar un proyecto de transformación.
Por Paukla Marussich
La caída de la participación en la elección legislativa de la Ciudad de Buenos Aires marcó un récord histórico desde el retorno de la democracia. Apenas el 53,35% del padrón acudió a las urnas: de cada 100 personas habilitadas para votar, casi 47 decidieron no hacerlo. El dato no es aislado: replica un fenómeno de desafección que ya se había manifestado en los comicios provinciales del fin de semana anterior en Chaco, Salta, Jujuy y San Luis, y antes en Santa Fe, donde el desencanto también se tradujo en altos niveles de abstención. Una elección desdoblada que derivó en desinterés, sumada a una campaña desconectada de los problemas cotidianos de los porteños, explican en parte la baja participación, coinciden los analistas. En los barrios más humildes del sur de la Ciudad —los más golpeados por el ajuste económico— la concurrencia fue aún menor. La desilusión y la falta de expectativas profundizaron el repliegue: en la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Lugano), apenas votó el 40% del padrón. A eso se sumaron las consecuencias del fuerte temporal que obligó a muchos vecinos a priorizar el secado de sus pertenencias por encima del derecho a votar.
La caída en la participación no sólo erosiona la legitimidad de los representantes electos: también abre paso a una deriva más peligrosa. En Democracias en extinción, el historiador italiano Steven Forti se pregunta sin rodeos: “¿Seremos la última generación que ha vivido en democracia?”. Y aclara que no se trata “de una exageración ni de un pesimismo cósmico”, sino de un diagnóstico fundado frente al avance global de las autocracias electorales y la normalización de discursos que desprecian la política. El ausentismo, en este contexto, deja de ser un dato técnico para convertirse en una señal de alarma. “Esto se inscribe en un contexto global y también nacional, en el que está transformándose el vínculo entre la política y la gente. Vivimos un proceso de desafección que ya venía gestándose y que, en la Argentina, tuvo como expresión más visible la llegada de Milei al poder”, analizó la consultora política Julieta Waisgold en diálogo con este diario.
¿Qué explica la baja participación?Para Santiago Giorgetta, director asociado de la consultora Proyección, la explicación excede lo coyuntural. “Lo que en su momento fue la apatía por la política que llevó a Milei a la presidencia sigue muy presente en la sociedad, pero ahora se profundizó”, sostuvo ante Página/12. Según su mirada, la desconexión entre dirigencia y ciudadanía se acentuó, y esa distancia se reflejó en la pobreza de la campaña: “Me parece significativo que los tres candidatos que concentraron los votos —Adorni, Santoro y Lospennato— ofrecieron propuestas muy pobres en términos locales, que era lo que se discutía en esta elección. No hubo un debate real sobre los problemas concretos de la Ciudad”, sintetizó.
El politólogo Pablo Salinas coincidió con ese diagnóstico. “Una campaña de temas lejanos a los problemas cotidianos —Ficha Limpia, por caso, o el planteo de posiciones morales—, sumado a la insatisfacción democrática y los partidos políticos tradicionales en crisis, generaron que para la mitad de los electores porteños haya sido mejor cualquier otro plan que ir a votar”, señaló.
Facundo Cruz, codirector del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD), vinculó la merma a una “fatiga democrática” derivada de la fragmentación del calendario electoral. “Las provincias que decidieron desdoblar para no quedar contaminadas por la discusión nacional terminaron generando una sobrecarga de elecciones. Hay un calendario muy cargado que confunde a la ciudadanía: se mezclan cargos, no se sabe bien qué se está votando ni cómo va a incidir eso en su vida cotidiana. Y eso también desalienta”, explicó.
El norte y el surLa elección también dejó al desnudo una fractura geográfica, social y política que atraviesa a la Ciudad. Mientras en comunas del norte y centro —como Caballito (Comuna 6), Devoto y Villa del Parque (Comuna 11), o Villa Urquiza (Comuna 12)— la participación superó el 60%, en el sur fue mucho más baja: apenas el 46% del padrón votó en la Comuna 8 y solo el 41% en la Comuna 1, que va de Puerto Madero al Barrio Rodrigo Bueno. “En el sur de la Ciudad, donde predominan sectores populares, la baja participación también se explica por la falta de una oferta política que interpele sus preocupaciones reales. Los candidatos más votados no tuvieron como eje ninguno de los principales dolores que atraviesan esos barrios” advirtió Julieta Waisgold.
“La Ciudad quedó muy marcada —resumió Giorgetta—: las comunas de mayor poder adquisitivo votaron masivamente por Milei, mientras que en las comunas populares, además del cambio de voto, se profundizó la abstención. La gente no está yendo a votar.” Según su lectura, en los sectores del sur que antes acompañaban a La Libertad Avanza ahora predomina el desencanto: “Por un lado, perdieron fuerza electoral. Por otro, creció el ausentismo. En esas comunas ganó Santoro, pero lo más notable fue la retirada. Quienes están siendo golpeados más brutalmente por las políticas del gobierno son justamente esos sectores”, apuntó.Pitu Salvatierra, legislador electo por Es ahora Buenos Aires, aportó un dato menos visible pero revelador: “Yo fui a buscar gente para ir a votar que estaba secando los colchones arriba del techo. Tres días antes de la elección hubo unos aguaceros tremendos y hubo gente inundada que estaba más preocupada por eso que por ir a votar”, relató a este medio.
El impacto del empadronamiento automático de extranjerosOtro factor que incidió en la medición de la participación fue el empadronamiento automático de extranjeros. Desde 2018, con la sanción del nuevo Código Electoral de CABA —en vigencia desde 2021— los residentes migrantes con ciudadanía permanente fueron incorporados al padrón de forma automática. Este cambio amplió la base sobre la cual se calcula la participación, pero la asistencia del electorado migrante es significativamente más baja. En 2021, los nativos participaron en un 73,4%, pero el promedio total cayó al 65,6%. En 2023, la diferencia se mantuvo: 76,7% de nativos contra un 67,6% general.
La tendencia se profundizó este año. En las elecciones del 18 de mayo de 2025, la participación general fue del 53,5%, pero con un 61% de votantes nativos y apenas un 14% entre el electorado extranjero. “Estos datos no significan que el voto migrante explique por sí solo la baja participación”, aclaró Facundo Cruz, uno de los responsables del estudio del CICaD. “Pero sí marcan la necesidad de una comparación correcta: el 53,5% de 2025 debe leerse en relación a los promedios generales de 2021 y 2023, que ya estaban por debajo del 70%".¿A quién beneficia la baja participación?
La baja participación no afecta a todos por igual. En contextos de apatía generalizada, quienes logran consolidar núcleos duros pueden imponerse sin necesidad de construir mayorías amplias. “Se está viendo muy claro cómo la menor participación está beneficiando a La Libertad Avanza, que está consolidando núcleos duros y, con elecciones de entre 30 y 35%, se está imponiendo”, advirtió Santiago Giorgetta. “De cada 100 electores habilitados para votar en la Ciudad, solo 16 eligieron a Manuel Adorni. Y con eso le bastó para triunfar.”El politólogo Sebastián Galmarini aportó otra capa de análisis: según una medición propia, los votantes de Javier Milei son los más proclives a apoyar la idea del voto voluntario y también los que con mayor frecuencia se abstienen en elecciones provinciales o desdobladas. “La desafección política es generalizada. Nadie cree que la política ni los políticos resuelven nada, y las elecciones tampoco”, planteó en diálogo con este diario. Además reveló una paradoja incómoda: “A pesar de que son los que tienen menos vocación participante, ganaron con esa baja participación. La campaña de voto útil que hicieron fue muy efectiva”.
Pablo Salinas profundizó el efecto estructural del ausentismo en clave institucional. “En términos de calidad del sistema, elevados niveles de abstención implican una pérdida de legitimidad de la democracia y de su sistema de selección de candidatos. Podemos decir que un poco perdemos todos". Para Julieta Waisgold, el desafío que viene trasciende el diagnóstico y requiere reconstrucción política. “Puede repetirse una baja participación tanto en la provincia de Buenos Aires como a nivel nacional. Y frente a eso, los sectores opositores —y el peronismo como principal fuerza de ese espacio— no solo deben plantear un límite a Milei, sino también concentrarse en reconstruir una visión política que devuelva esperanza y proyecte un horizonte de transformación concreta. Solo así se puede enfrentar la apatía, volver a entusiasmar y convocar a los propios votantes”, concluyó. Fuente: www.pagina12.com.ar